No hay nada como una crisis para poner a prueba tu práctica espiritual. En estas últimas semanas, mientras el mundo lucha con uñas y dientes para contener un brote de virus de una magnitud que nunca hemos experimentado en nuestra vida, me vi obligada a tomar muchas decisiones rápidas en medio de la incertidumbre; decisiones que tendrán efectos de gran alcance en la rentabilidad del grupo de empresas que se me ha confiado y,lo que es más importante, en el bienestar y el sustento de sus 1.200empleados.Constantemente me cuestiono a mí misma: ¿Estoy haciendo lo suficiente? ¿Estoy haciendo todo lo posible? Como mínimo podría decir que es estresante. Es en estos días cuando me di cuenta de lo valiosa que es mi práctica de meditación para mí. Dos veces al día, soy capaz de hacer una pausa, acallar el ruido y las malas noticias, y retirarme hacia mi interior. La meditación abre la válvula de alivio de la presión de mi cerebro para liberar el vapor, esta es la mejor manera en que puedo describir uno de los beneficios más tangibles de la meditación.
Foto: En el rio Jordán en febrero del 2020 donde renové mis votos bautismales con el P.Laurence
Como la presión se acumula a lo largo del día, encuentro que la segunda sesión de la tarde se ha vuelto indispensable. Soy una principiante. Mi práctica comenzó en serio recién en 2016, después de asistir a un curso de liderazgo dirigido por el P. Laurence en Singapur. En enero de ese mismo año, fui nombrada directora general de una gran empresa. Había muchas expectativas, no sólo de mí misma, de hacerlo bien. Al margen de la parte financiera de los negocios, quiero hacer felices a mis colegas y que nuestra compañía sea el mejor lugar para trabajar. Escuchar al P. Laurence me convenció de que el liderazgo contemplativo es la forma de lograr los objetivos que me he propuesto.
La profesión en la que estoy, la arquitectura, es muy exigente y competitiva y requiere una intensa energía creativa y fortaleza mental. La vida laboral de un arquitecto es muy agitada, y es muy fácil desgastarse si no tenemos cuidado. La meditación comenzó como una forma de encontrar el equilibrio y la claridad. Por las bendiciones de Dios, muy pronto en mi práctica, descubrí una recompensa infinitamente profunda – la comunión personal con Dios que es más profunda que la que había experimentado anteriormente.
Practicar la meditación como oración y como una forma de profundizar mi identidad católica no fue mi motivación cuando empecé. Pero encuentro que la práctica ha profundizado mi fe, y mi fe es la inspiración para que persista en la práctica. Esto se hizo evidente cuando me uní a la gira del Padre Laurence por Tierra Santa en febrero. Siguiendo los pasos de Cristo, rezando y partiendo el pan con mis compañeros peregrinos, la práctica compartida de la meditación nos llevó más profundamente en el viaje interior que todos estábamos emprendiendo. Cuando nos mirábamos a los ojos, a veces a través de las lágrimas, éramos testigos de la Divinidad en cada uno de nosotros y en el mundo físico que nos rodeaba. A través de la meditación, adquirimos el silencio interior para experimentar a Dios. Es su regalo para nosotros.