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Entre los cierres rotativos y el aislamiento, me escabullí por un par de días para visitar los orígenes de la humanidad. Durante mucho tiempo había anhelado visitar las Cuevas de Lascaux que están solo un par de horas de Bonnevaux en la hermosa Región de Dordoña. El 23 de septiembre de 1940 fueron descubiertas por tres niños jugando al fútbol. Su perro, llamado Robot, se cayó por un sumidero y al rescatarlo se deslizaron hacia abajo por una pendiente pronunciada para encontrarse en una vasta cámara subterránea. Entonces notaron las poderosas y silenciosas imágenes de animales, bisontes, caballos, uro, toros, ciervos y un oso, en las paredes de la cueva. Los chicos fueron los primeros en verlos en 20.000 años. Ellos corrieron a decirle a su maestro que no pudo bajar por el agujero pero les pidió que dibujaran las imágenes que habían visto para que él pudiera mostrárselos a los expertos.

Este evento no solo abrió nuevos horizontes al Arte Paleolítico, sino a al autocomprensión de la humanidad misma. Ya no podemos pensar en nuestros antepasados ​​humanos,  incluso hasta 40.000 años, tan estúpidos o lo que solemos significar por “primitivo”. Sus mentes eran más complejos y sensibles de lo que imaginamos. Estudiando esto antes, el arte enigmático convenció a los estudiosos que las imágenes no son aleatorias sino inteligentes y bellamente compuestas y no meramente mágicas sino conscientemente simbólicas. Cambió la forma en que pensamos sobre lo que significa “humano” significa mientras nos intriga con un misterio íntimo, extrañamente familiar que nunca podremos resolver o probar.

Seis años después, tres muchachos pastores beduinos entraron en una cueva en el desierto de Judea y descubrieron antiguos Rollos judíos tan antiguos como el siglo III AC. Los Rollos del Mar Muerto, como son conocidos, se convirtieron en el centro de una vergonzosa competencia académica y financiera durante años pero luego cambió nuestra comprensión de la Tradición bíblica y del cristianismo primitivo.

En las cuevas de Dordoña y en Qumran se hicieron descubrimientos que expusieron  nuestra ignorancia, nuestra complacencia sobre lo que pensamos que conocemos y nos liberó para una mayor comprensión de nosotros mismos.

Siempre me han atraído las cuevas y las he temido bastante. Son profundas, oscuras, misteriosas y ofrecen la promesa del tesoro. Me gusta la cueva del corazón, tenemos que sentir la atracción – o rendirnos a descubrimientos accidentales, que nos introducen en estos espacios sagrados. Pero entonces tenemos que ser jóvenes de corazón, más curiosos que asustados, y arriesgar el viaje hacia adentro, para deslizarnos hacia abajo por la pendiente que conduce al interior, a los espacios llenos de la presencia primaria que allí reside y en la cual nos encontramos a nosotros mismos. Y necesitamos compañeros en esta soledad. La Cueva es el símbolo del viaje de autoconocimiento. En la famosa alegoría de Platón, la humanidad está encadenada en la ignorancia viendo parpadear sombras en una pared proyectada por un fuego detrás de ellos que no pueden ver. Una persona logra liberarse y comienza el largo viaje empinado y fuera de la cueva a la luz. Allí él se asombra por los colores y la belleza del mundo, pero mira más alto aún hacia el sol, la fuente de la ljuz. Vuelve a la caverna y proclama su descubrimiento, instándolos a seguirlo a la libertad. Pero tienen miedo de irse de la caverna y airadamente se niegan a creer en él. El descenso a la cueva es el comienzo del viaje hacia arriba y más allá de la cueva. Como los grandes maestros de sabiduría a menudo lo expresan: necesitaban y amaban la paradoja para comunicar lo que habían encontrado. El camino hacia abajo es el camino hacia arriba. El camino a seguir es el camino de vuelta. La entrada es la salida. Me complació descubrir que la parte de Francia donde está situado Bonnevaux contiene una gran cantidad de cuevas prehistóricas cuyas pinturas ayudaron a inspirar una nueva ola de autodescubrimiento en la humanidad.

“Lascaux II” by JackVersloot (Bajo licencia CC BY 2.0)

Bonnevaux también se preocupa por el viaje del autoconocimiento, ya que estamos reunidos en la cueva del corazón. En una era escéptica como la nuestra, en gran parte desconectada de símbolos religiosos comunes y de fe, desconfiada de la autoridad y las instituciones y principalmente buscando experiencia personal y autenticidad, el autoconocimiento parece el más auténtico objetivo al que apuntar. ¿Pero como priorizamos el autoconocimiento sin colapsar en el narcisismo, la autofijación y el aburrimiento mortal de la auto referencia incesante – la generación “yo, mí, lo mío” –? La auto fijación es el fracaso del autoconocimiento. 

Pero cuando aprendemos- lo que todas las tradiciones de sabiduría enseñan- que el autoconocimiento crece, paradójicamente, a través de estar centrados en el otro, recién ahí estamos progresando. En poco tiempo aprendemos que el auto-conocimiento nos lleva a la cueva del corazón. La presencia que reside allí nos da la bienvenida con una explosión de alegría. Cualquier nivel de auto-conocimiento que logremos – es un viaje que no termina nunca – es el grado en que conocemos a Dios. Y ese conocimiento de Dios está escondido junto con nuestra experiencia de ser conocidos por Dios.

La humanidad está continuamente re-descubriéndose a sí misma. En cada persona, y en la experiencia colectiva de la humanidad, el auto-conocimiento se desarrolla a través del entrelazamiento del gozo y el sufrimiento. Y, debemos agregar, a través de períodos de aburrimiento. Aunque lidiar con el aburrimiento no es algo que sepamos manejar con facilidad en nuestro afán de estímulos constantes, experiencias cumbres y novedades, el aburrimiento tiene un valor. Una de nuestras huéspedes más jóvenes, que está pasando una larga temporada con nosotros, me contó cuán interesada y extrañamente feliz se sintió al descubrir que el aburrimiento en el ritmo de la vida, una vez que lo había aceptado, la estaba llevando a un nuevo sentido de renovación y paz que nunca antes había sentido. Me recordó a la primera atracción que sentí hacia la vida monástica, que tenía un aburrimiento aparente que de alguna manera curiosa no resultaba aburrido. 

El auto-conocimiento hace que todos se sientan extraños al principio. Incluso podemos sentirnos desorientados por un tiempo al sentir que somos extraños para nosotros mismos. De hecho, nos estamos conociendo a nosotros mismos por primera vez. Estamos volviendo a casa y reconociendo el lugar que habíamos olvidado. Nos sentimos diferentes y vemos el mundo también diferente. Hay dos experiencias que nos provocan el mismo sentimiento con el mismo nivel de intensa claridad: enamorarse y morirse. Usualmente, nos sentimos atemorizados por ambas experiencias, a la vez que somos arrojados a ellas en contra de nuestros deseos, con más fuerza que nuestros temores. Cuando la resistencia es superada, nos sentimos libres para volar.

El amor y la muerte son mensajeros de la verdadera identidad, ángeles de lo divino, que no reconocemos al principio porque no nos conocemos a nosotros mismos. Ambas experiencias expresan la fuerza fundamental del auto-conocimiento que es estar centrados en el otro. Incluso si nos enamoramos y nos complicamos irremediablemente con el apego y la posesividad, al menos la lección que estaremos aprendiendo será la de prestar atención a lo que es simplemente diferente a nosotros mismos, y a encontrarnos a nosotros en la otra persona. Aprenderemos a aceptar el poder transformador de la muerte a medida que saquemos la atención de nosotros mismos, y conozcamos el dolor de separarnos de lo que amamos. La posesividad es reemplazada por el altruismo y el espíritu de servicio. El dejar ir que nos permite recibir el regalo que nos ha encontrado es la muerte del ego. Cuanto más profunda sea la muerte, y más la aceptemos, pasaremos a un nivel de vida mucho más pleno. Si fallamos al aprender la lección, habrá más chances hasta que logremos aprender. 

…el autonoconocimiento nos conduce a la caverna del corazón

La mayoría de las personas hoy en día se relaciona mejor con el concepto de totalidad más que con la idea de Dios. Lo más importante, de todos modos, es la experiencia más que el nombre que le demos. La totalidad emerge del proceso de crecimiento. El sentir que estamos creciendo incluso a través de una experiencia dolorosa, nos ayuda a lidiar mejor incluso con un mayor nivel de incertidumbre y malestar. Nos da una experiencia de significado, de estar conectados a una especie de proceso, aún cuando no podamos definir cuál es ese significado o cuál es la finalidad del proceso que se atraviesa. 

Quizás esa es la razón por la cual el auto-conocimiento está relacionado con nuestra preocupación por la salud. Sin ninguna duda nuestros ancestros que pintaron aquellas imágenes asombrosas en las cuevas de Lascaux, también estaban preocupados por su salud, cuando sentían un nuevo dolor, o veían que alguien cercano de su grupo se estaba muriendo. Durante muchos milenios después de eso, los tratamientos médicos que recibían las personas para curar enfermedades no hacían ningún bien e incluso empeoraban el panorama – como ocurrió con la aplicación de las sangrías. Hoy en día, como dice el Dr. Barry White, vivimos en la “época dorada de la medicina”. Curamos muchas enfermedades y extendemos la esperanza de vida significativamente. Y gracias a la medicina tecno-científica, estamos a la espera de las vacunas contra el Covid. Pero los cuidados de la salud modernos enfrentan enormes problemas tanto para el personal de salud como para los pacientes. Las personas percibimos que se nos “regala” salud mientras que nuestra responsabilidad por mantener una vida saludable está asediada por el estilo de vida que estamos condicionados a llevar. La pregunta acerca de qué entendemos por “salud” no sólo es política o financiera, sino más aún, es una llave para abrir un nuevo y urgente nivel de auto-conocimiento. 

El Consejo Directivo de la WCCM eligió el tema de la “Salud” para la reflexión en común del año próximo. Cada comunidad nacional está invitada a hacer la aproximación a este tema del modo que mejor se adapte a sus características. Desde enero, Barry White y yo ofreceremos un seminario mensual virtual explorando los significados y los diferentes aspectos de la salud, incluyendo prácticas como el sueño y la nutrición, relacionándolas con las tradiciones espirituales.

Tenemos la esperanza de que esto contribuya a un acercamiento contemplativo no sólo a la crisis actual de salud, sino más allá de la misma. 

Pienso que la mayoría de nosotros siente que la crisis real que el mundo está atravesando es mucho más que el Covid. Es esencialmente una crisis espiritual que el Covid sacó a la luz. La pandemia nos volvió agudamente conscientes de la frágil preciosidad de cada vida humana que tiene el mismo valor en todos, desde los más vulnerables, como las personas mayores que viven en hogares de ancianos, hasta los profesionales de la salud sirviendo a los enfermos, o los trabajadores migrantes de la India o de cualquier otra ciudad grande del mundo. La contagiosidad del virus demuestra que no hace distinción entre las personas, y que en su presencia no hay diferencias entre ricos y pobres. Durante este año que pasamos, la fragilidad, la impermanencia, y la incertidumbre se nos han revelado como elementos esenciales de toda la condición humana. 

La cuestión de la salud – qué significa realmente y cómo estar saludables – nos ayuda a ver el significado completo de la crisis subyacente. El Covid es sólo uno de muchos puntos de inflexión, y le seguirán otros. Por ejemplo, en nuestra relación enfermiza con el medioambiente planetario, que está mostrando cada vez más signos de colapso. O la emergencia social, que ha minado la confianza en las instituciones y hasta en la misma democracia. Más allá del Covid reside una importante crisis financiera que clama por una perspectiva radicalmente nueva acerca de la economía y la justicia social. ¿Qué significa “volver a la normalidad” en un momento como este? ¿Recordaremos lo que hemos aprendido?

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Lograr el nivel de auto-conocimiento que necesitamos a escala global parecería ser una montaña demasiado empinada para subir. Pero recordemos esa especie de universalidad de las experiencias expresadas en las pinturas de las cavernas de hace miles de años, en diferentes continentes, por artistas que no tenían contacto unos con otros. Quien pintó el bisonte en Lascaux o los hermosos caballos en las cuevas de Chauvet no se sacó una selfie enfrente de las pinturas y la mandó a su grupo de WhatsApp. Pero aún así, hay grandes similitudes, y es posible percibir una mente en común entre ellas. Lo que pensaban, no lo vamos a saber nunca. Pero lo que vieron todavía resuena en nosotros hoy en día. 

La misteriosa unidad en la auto-conciencia de la humanidad nos da esperanzas al enfrentarnos a la complejidad de la crisis de nuestros días. Reconocer los errores que hemos cometido es doloroso y desalentador- el daño que le hicimos a esa belleza de la naturaleza que nos salva de la desesperación; la crueldad hacia los animales que son a la vez nuestros ancestros y compañeros de vida; la indiferencia o incluso actitudes peores hacia los miembros más pobres y vulnerables de nuestra familia humana; el daño que hemos permitido que los multimillonarios se hicieran a sí mismos y a los demás porque los halagamos y fuimos indulgentes con ellos, en vez de mostrarles en la cara la realidad de nuestra total inter-dependencia; el abuso hacia los jóvenes, a quienes les negamos el conocimiento y el entrenamiento espiritual en un sistema educativo dirigido por el materialismo; el daño que le hicimos a nuestra propia inteligencia, al volvernos adictos a la tecnología que nosotros mismos creamos. Aunque el primer paso del auto-conocimiento pueda ser tan doloroso, también puede generar esperanza y abrir nuevos horizontes.

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Si podemos entender qué significa salud – y Barry White lo sabe contundentemente como meditador y como médico – quizás no nos perdamos lo que puede ser la última chance de auto-renovación a través del auto-conocimiento. Es la responsabilidad de las personas contemplativas el iluminar e insistir en esta esperanza, en contra del creciente pesimismo acerca de la humanidad en la actualidad. En este trabajo, la tradición contemplativa cristiana tiene una inmensa sabiduría que transmitir. 

Clemente de Alejandría, un maestro de Fe Cristiana del siglo II, lo concibió como una forma de vida y una manera natural de crecimiento humano más que una membresía a una ortodoxia doctrinal. 

Para él, la vida cristiana comenzaba con la conversión del paganismo. Esto significa pasar de una visión de la divinidad fragmentada en muchos dioses hacia la experiencia de la unidad de Dios y del amor centrado en la persona. 

El paganismo se manifiesta en todas las culturas, hoy en día en forma de consumismo moderno. Por eso, una vez que hayamos empezado esta transición, necesitamos apoyo en la disciplina básica, y prestar atención a nuestro estilo de vida de modo que pueda comenzar a sanarse la división entre la vida interior y exterior. Por último, en una tercera etapa, la madurez espiritual se desarrolla a través de la profundización del conocimiento interior, y así emerge un ser humano contemplativo.

(como a otros teólogos místicos cristianos) le gusta contar la historia de la Caída que describe a Adán como una nueva criatura que es enviada en una misión por Dios. Con entusiasmo juvenil se apresura a cumplirla, pero rápidamente cae en un pozo del que no puede salir. Dios no lo culpa, ni lo castiga por esto, sino que envía a su Hijo para liberarlo y restaurar a la humanidad en su misión.

Cuando se piensa en la sanación en relación con la fe religiosa, mucha gente salta directamente a la idea de curas milagrosas. Mientras seamos mortales, esa será una respuesta comprensible ante el dolor y el sufrimiento. Pero, aunque muchos de estos milagros ahora están disponibles mediante una prescripción, siempre existirá la enfermedad de la que no nos podamos recuperar. Sin embargo, un enfoque contemplativo de la salud entrelaza la sanación y la recuperación. Las curas son deseables y a menudo misteriosas. Muchos factores, aparte de la medicación o el tratamiento, parecen estar involucrados en el éxito de las curas. Pero la curación es un misterio aún más profundo. Podemos morir curados. Podemos vivir con discapacidades o condiciones crónicas curadas. La sanación es la restauración de toda la persona a un nuevo nivel de integridad; uno que no habrían alcanzado sin la enfermedad. Si la recuperación también es motivo de celebración; pero incluso cuando no lo es, la recuperación en sí misma expresa el propósito esencial de la medicina.

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Como Barry White explorará en sus sesiones mensuales en línea a partir de enero, para comprender a la humanidad necesitamos entender lo que significa la salud. ¿A qué aspiramos realmente cuando queremos estar bien y sentirnos mejor? En el centro del misterio de la sanación y la verdadera salud está el maravilloso poder de la simple y pura atención. La distracción, la fragmentación, la división interior y exterior son todas formas de enfermedad que la atención es requerida para poder sanar y restaurar.

El viaje de la humanidad significa crecer en una misma mentalidad en común y en unidad

La meditación es la sabiduría universal que nos introduce en esta verdad de la forma más simple e inmediata. La atención nos lleva a la quietud y en la quietud surge el conocimiento salvador. Si perseveramos en el camino de la atención este se hace cada vez más simple hasta que ya no hay trabajo que hacer, ni meta que alcanzar, ni hay observador al que mirar: Aquiétate y sabrás que soy Dios.

Aquiétate y sabrás que eres

Aquiétate y sabrás

Aquiétate

Sé (de ser)

Una vez conocí a una estudiante de posgrado que había estado medicada por el TDAH (Trastorno de déficit de atención e hiperactividad) desde 5to grado. Me dijo lo imposible que era para ella sentarse físicamente quieta en cualquier lugar por más de uno o dos minutos. Ella sentía como un ejército de hormigas que se arrastrara sobre ella, si pasaba más de ese tiempo quieta. Ella se sentía feliz, si podía alcanzar los diez minutos en una sesión de meditación.

Sólo podemos medir la salud y la unidad por el criterio único de cada persona. Pero la salud es reconocible en cualquier lugar donde la encontremos. Estar sano y disfrutar de la libertad de la integridad puede experimentarse esencialmente de la misma manera por todos. Es parte de nuestra humanidad común. A su manera, los pintores de las cuevas de Lascaux deben haber sentido esencialmente lo que nosotros sentimos. Entonces somos uno con el otro en el estado de salud porque nuestras divisiones personales han sido sanadas. Si somos uno con nosotros mismos, somos uno con todos. El camino de la humanidad significa crecer en una mentalidad en común y en la unidad.

John Main entendió que todo el crecimiento es desde el centro hacia afuera. En el centro está la inocencia original que nunca podemos perder, nuestra integridad en la infinita simplicidad de Dios. Volver a este centro paso a paso, día a día, es incluso sanar mientras crecemos. Todo crecimiento necesita arraigo. Nuestra necesidad de raíces es crítica para la salud y por lo tanto debemos aprender a tratar de desapegarnos al mundo moderno. La contemplación sana al mundo, devolviendo la salud donde la brutalidad, la crueldad, la codicia y el egoísmo nos han herido. El destino está incluso más allá de esto, como el misterio de la Encarnación revela al ojo del corazón. Nuestro destino común, nuestro destino personal es la unidad, donde sabemos porque somos conocidos, conocemos el amor porque somos amados y donde nuestro trabajo, cualquiera que fuera, es el servicio. 

Con mucho cariño 

El audio de esta carta del P. Laurence está disponible en: http://tiny.cc/LFletter1120

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