Meditamos para estar más cercanos a Dios, para perdernos y encontrarnos en Él, para abandonar nuestros deseos y vivir en su amor. Cuando la meditación hace parte de nuestras vidas nos proporciona beneficios físicos y psicológicos; dormimos mejor, nuestra tensión arterial se regula. La meditación también nos ofrece frutos espirituales que nos llevan a una mayor transformación y que son difíciles de medir pero que pueden ser descritos con las palabras de San Pablo: «Por el contrario, el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza,”mansedumbre y temperancia» (Gal 5, 22-23). Aprendemos a ser más estables y centrados, a vivir el momento presente, y SER porque la meditación nos ayuda a enfocar nuestro propio ser –mente, cuerpo y espíritu– en la presencia de Cristo en nosotros.
- Nos volvemos más estables, más centrados
Nos volvemos más consistentes en la manera como vivimos nuestras vidas. Es menos probable que estemos yendo de un extremo a otro en relación con nuestros estados de ánimo y acciones. Nos guían ciertos valores principales. Entendemos lo que realmente importa en la vida, lo que es pasajero y lo que permanece.
- Aprendemos a estar en el momento presente
En la meditación estamos totalmente presentes a la repetición de la palabra sagrada (mantra), sin entretenernos en pensamientos del pasado o del futuro. Aprendemos a vivir conscientemente, a atesorar cada momento y a vivir conscientemente. Cuando vives el momento presente, lo más importante de ese momento es el AHORA, la persona más importante es la persona con la que estás AHORA, la cosa más importante que estás haciendo, la estás haciendo AHORA.
- Aprendemos a ser
Se trata de no llevar máscaras para esconder nuestros sentimientos reales, de no dramatizar y no responder a las personas con nuestros programas tales como el prejuicio o el deseo por aprobación sino que dejamos que el otro sea. Dejamos que Dios sea Dios. Nuestra capacidad de ser, nuestra confianza en ser, viene de la experiencia en la meditación de que somos completamente e incondicionalmente amados por Dios como su creación única.
LA TRANSFORMACIÓN ES GRADUAL
Jesús nos dice que si «alguien quiere ser su discípulo, tiene que negar su vida». Nos abandonamos y alineamos nuestra vida con el ser de Cristo. Estamos invitados a tener la mente y la visión de Cristo. Esto no sucede de la noche a la mañana. No vemos los frutos en una semana, o después de un año de haber comenzado a meditar. Es un progreso difícil de rastrear. Pero un día encontraremos que hemos cambiado. Algo sucede y nos damos cuenta que aquello que nos molestaba ya no lo hace más; no reaccionamos igual a ciertos patrones. La transformación interna es como la historia del hombre en la Biblia que planta una semilla y se entretiene en sus quehaceres. Pero un día cuando va a dormir y luego se levanta, la semilla ha crecido durante la noche y el no sabe cómo. Un proceso interno y gradual de transformación se ha llevado a cabo.
Adaptado de Christian Meditation – Stella Kon