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La meditación es el fruto de la sabiduría espiritual universal y una práctica que encontramos en el centro de todas las grandes tradiciones religiosas, un peregrinaje de la mente al corazón. Es un camino de silencio, quietud y simplicidad. Puede ser practicada por cualquiera y en cualquier circunstancia en la que se encuentre en su viaje de vida. Tienes que comprometerte con la práctica, comenzar y continuar comenzando. Cada meditación es un inicio.

Muchos podrán preguntarse si ¿Puede la oración ser realmente silenciosa, sin palabras? Es cierto que hay muchas formas de oración. Hay alabanza y adoración a Dios; oraciones de peticiones o intercesiones; oraciones de penitencia; oraciones intelectuales en las que uno se enfrenta a Dios como lo hizo Job. Pero hay formas de oración que van más allá de las palabras. El verdadero trabajo de la meditación es el que nos lleva a la armonía del cuerpo, la mente y el espíritu.

San Pablo nos dice que «Ni siquiera sabemos cómo orar, pero el Espíritu mismo ora dentro de nosotros» (Romanos 8, 26)

El salmista, con inspiración divina, nos enseña: «Estad quietos y sabed que yo soy Dios» (Salmo 46, 11)

El lenguaje y las palabras son una parte esencial de la vida moderna. Pero en este mundo tan ocupado y ruidoso, muchos de nosotros encontramos consuelo en el silencio y en la quietud.

En el cristianismo, esta tradición del silencio ha sido marginada e incluso olvidada o mirada con sospecha. Pero en los últimos tiempos se ha producido una gran recuperación de la dimensión contemplativa de la fe cristiana. Para ello, es fundamental el redescubrimiento de una práctica de meditación en la tradición cristiana que tiene su origen en los primeros monjes cristianos – los Padres y Madres del Desierto – y que permite poner en práctica las enseñanzas de Jesús sobre la oración de una manera radical y sencilla.

La meditación en nuestra tradición no es algo nuevo. El monje benedictino John Main lo sabía y lo enseñaba  como algo inherente a nuestras formas de oración cuando ayudó a reintroducir esta antigua oración cristiana a miles de personas. El Padre John Main, OSB tiene un papel importante en esta renovación contemporánea de la tradición contemplativa. Sus enseñanzas de esta antigua tradición de oración están arraigadas en el Evangelio y en la tradición monástica cristiana del desierto.

La meditación cristiana se deriva de una tradición cristiana temprana que encontramos descrita en los escritos de Juan Casiano. A los primeros cristianos se les enseñó a repetir frases simples de oración como «Señor, ten piedad de mí, un pecador».

Meditar, es permanecer en la quietud del cuerpo y el espíritu. Lo que es realmente extraordinario es que este silencio, a pesar de todas las distracciones del mundo moderno, es perfectamente posible para todos y cada uno de nosotros. Alcanzar este estado de silencio y quietud requiere tiempo, energía y amor.

La meditación, también llamada oración contemplativa, es la oración del silencio, la oración del corazón, la oración de un lugar desde donde puedes entrar en contacto directo con Cristo, ya que la actividad incesante de la mente se interrumpe. En la meditación, vamos más allá de las palabras, los pensamientos y las imágenes para estar en la presencia de Dios dentro de nosotros.

Según San Juan de la Cruz, «Dios es el centro de mi alma».  La meditación es este peregrinaje diario a nuestro centro.

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